La carta de Elsa le consiguió a su clase una invitación a la cocina de pruebas de las escuelas públicas de Nueva York. Allí es donde se crean los menús para todo el distrito escolar de Nueva York, el mayor de EE. UU.
Elsa y sus compañeros estuvieron entre los cientos de estudiantes que visitaron la cocina de pruebas el año pasado. Ayudaron a seleccionar los alimentos que se sirven a más de 912,000 niños, desde kínder hasta la secundaria.
“Es muy importante que los niños puedan opinar sobre lo que se les sirve para comer”, afirma Nelson Quiles. Trabaja en la Oficina de Servicios de Alimentación y Nutrición de las Escuelas Públicas de Nueva York.
En cada sesión de degustación, los alumnos prueban cuatro o cinco alimentos. Votan si les gusta cada uno y dan su opinión. Quiles dice que es importante que los estudiantes sean honestos y den muchos detalles.
“Por ejemplo, no se limiten a decirnos que está asqueroso —explica—. Preguntamos: '¿Está demasiado salado? ¿Es la textura?’”.
La clase de Elsa probó hummus y un sándwich de pollo con salsa barbacoa. También probaron un plato de pasta llamado manicotti, que no gustó. Pero sí un sándwich de huevo y queso. A la mayoría de los alumnos les gustó, aunque algunos pensaron que el pan estaba demasiado pastoso.
Más de 1,500 niños prueban cada plato nuevo. Al menos el 70% de ellos debe dar su visto bueno antes de que la comida aparezca en las escuelas.
“Queremos asegurarnos de que la comida no solo es sana, sino que además es algo que los niños quieren comer”, explica Quiles.