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En 1912, un arqueólogo alemán, llamado Ludwig Borchardt, excavaba en las ruinas de una ciudad perdida de Egipto. En el taller de un antiguo escultor hizo un descubrimiento extraordinario. Se trataba de una estatua pintada de la reina Nefertiti, que vivió hace casi 3,400 años.
Lo que ocurrió después sigue siendo objeto de debate. Borchardt tenía permiso para llevarse a Alemania algunos de los objetos que encontró. Pero las autoridades egipcias afirman que la estatua de Nefertiti no era uno de ellos. Aseguran que la sacó del país de contrabando.
Hoy en día, la estatua de Nefertiti es una de las piezas arqueológicas más conocidas del antiguo Egipto. Está expuesta tras una vitrina protectora, en el Neues Museum de Berlín, Alemania.
Pero hay quien piensa que la estatua pertenece a Egipto. El pasado otoño, el arqueólogo egipcio, Zahi Hawass, inició una petición en Internet para que se devolviera a su patria.
Esta situación no es única. Los museos de todo el mundo están llenos de tesoros traídos de tierras lejanas. Muchos museos se enfrentan ahora a la presión de devolver las piezas arqueológicas a los países donde fueron encontradas.