Ocurría todos los días en la cafetería de la escuela primaria Prairie Winds. Los alumnos botaban una cantidad enorme de comida. Puñados de palitos de zanahorias, manzanas a medio comer, cuencos de ensalada y otros alimentos terminaban en la basura.
“Notamos la cantidad de comida que se desperdiciaba —dijo Annabel Montero de 12 años—. Iba a parar al contenedor”.
El año pasado, Annabel y sus amigas Amelia Ashby y Sloan Clary decidieron hacer algo con las sobras de comida. Las tres amigas pusieron en marcha un programa de compostaje en su escuela de Monument, Colorado. Cuando los alimentos compostados se descomponen, o pudren, sirven de abono natural para el crecimiento de los cultivos.
De paso, las muchachas, que se llaman a sí mismas las Tres Composteras, enseñaron a sus compañeros el efecto devastador del desperdicio de alimentos en el planeta.